Ancianidad, Senectud, Vejez, cuando la disciplina y los hábitos son un buen sustituto del bastón. Por alguna razón se busca atenuar el dolor de la partida de contemporáneos. Decimos, “ya era grande”, aunque haya tenido menos o los mismos años que calzamos. Vemos con claridad el deterioro de los muebles y la casa, para olvidar el nuestro. Sonreímos ante la frase de cortesía “…como el vino, mientras más años de añejo, menos se nota lo viejo” o la frase “…como Santa Elena, cada día más buena”.
No cabe duda que la madurez y la senectud tienen sus encantos, sus prerrogativas. Jorge Luis Borges se refirió a ella diciendo: “La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha. El animal ha muerto o casi ha muerto”. https://www.poemas-del-alma.com/elogio-de-la-sombra.htm
El placer, no puede ser una palabra desterrada por la represión sociocultural y religiosa, especialmente para la etapa de la senectud. Al menos, no de manera obligada. Los apetitos rara vez se satisfacen al grado de no desear nada más. La sexualidad con sus mitos y prejuicios solo admite antónimos: seres o asexuados o perversos. Nada más lejos de la realidad. Luchar contra el desconocimiento, por los derechos humanos de la senectud, no es solo tarea de viejas/os. La certeza de que se llegará a esta etapa, si se tiene suficiente vida, debería ser un aliciente para buscar la construcción de una sociedad, para toda edad.
EPILOGO
La muerte, se presenta a cualquier edad, no es privativa de la senectud. Tal vez en esta etapa se toma con mayor seriedad, una de las razones por las que agradece cada mañana el regalo de un nuevo día. Ante el anochecer de la vida, la posibilidad de partir, tal vez la frase del mismo Borges: “Pronto sabré quien soy”, sea el mejor preámbulo… una buena compañera.