«La edad de la memoria»

Por Andrea Saldaña Rivera

Agradezco la anuencia de «Juan José González Mejía. Escritor y crítico de cine para publicar en mi página esta crítica de su autoría. La lectura estuvo a cargo del maestro Juan José Villela el 28 de enero 2021 en el IPN Tampico en un evento a distancia.  https://www.elsoldetampico.com.mx/analisis/autor/juan-jose-gonzalez-mejia.

Apostillas a «Una luz en mis caminos» de Andrea Saldaña Rivera.  

Empiezo con unas líneas de la autora: «… citando a Saramago diré ..tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso» Juan José González Mejía, autor del análisis.

Y en cierto sentido, la edad se mide con otros parámetros. Son otras las dimensiones. Acaso más imperceptibles como la memoria y el recuerdo.

El recuerdo sirve para poner en acción los mecanismos de la memoria. Para, a la manera de Fernando Pessoa, entenderla como la «conciencia del tiempo«.   

La memoria no es infinita, como la proponía Jorge Luis Borges en su cuento «Funes el memorioso». Los límites de la memoria los pone la nostalgia, la necesidad misma de la recordación. Y en ese sentido Andrea Saldaña nos lo dice cuando habla de sus antepasados:  «Jamás olvidaré esas voces, esas caras, ese tiempo que convivimos como una gran familia».

Solo que «Una luz en mis caminos«, es más que una autobiografía.

Es el andar, el deambular de Andrea Saldaña por un itinerario de vida. Da cuenta de una mujer que no se si quiere aclararse o replantearse sus pasados. Si lo hace en función de un núcleo meramente familiar, sino laboral, de forma de sentir el mundo.  La edad de la memoria tiene varios pasados. Está soportada por años que se construyen de acciones, de etapas.

Así, Andrea Saldaña nos revela que en un Hospital del ISSSTE empezó como enfermera. Que al año ya era jefa de piso y luego supervisora en el turno nocturno.  O que su formación como  enfermera y una especialidad en Salud Pública ayudó en los  cuidados para su hija.

También cuando su padre le dijo que si moría deseaba ser sepultado en Tampico. Allá estaban sus mayores. O cuando ante el golpeteo del dolor o una desdicha, se salía de la casa a llorar para no lastimar a sus hijos. Porque, cito: «...cada día le era más difícil respirar, la tos, el ardor y el dolor no le daban tregua...»  

Proporciona a sus lectores una ruta de su dolor.

De su experiencia como hija, madre, esposa y profesional de la salud cuando, en algunos periodos de la vida de sus hijos,  tuvo que luchar duramente como mujer. Las agresiones, las recriminaciones,  agresiones verbales y la misoginia se le presentaron.                                                               

Incluso, la sinceridad narrativa  permite a la autora revelar el comportamiento celoso y de cuadratura marital de su marido que la orillaron a…, cito «a ver en la televisión las películas o los artistas que prefería» o «incluso a hacer compromisos de trabajo sin consultarle».

Andrea Saldaña atomiza su mirada existencial.

A la par que cumplía su vida familiar, nos entrega un auténtico compendio. Por no decir crónica, de su paso por el sector salud de este país.   Nos entera de las campañas de vacunación . De los avances en la implementación de políticas sanitarias. También  de los derechos laborales de las enfermeras y de la defensa de la salud de las mujeres reclusas. 

Por ello, es de llamar la atención  que conoció a las hermanas Delfina, María de Jesús y María Luisa González Valenzuela. Las «poquianchis«,  que fueron acusadas de lenocinio y asesinato. Su caso fue llevado al cine en 1976 por el director Felipe Cazals.

María Esther, Eduardo y Erika.

Para Andrea no solo los nombres de su hijo/as, son su esencia. También los de su terruño:  Cerritos, San Luis Potosí, (en donde, por cierto, nació mi papá). Sus progenitores Román Saldaña y Esther Rivera, su abuelo paterno Vicente Saldaña Sánchez. Los tíos Miguel, Bardomiano, Matilde, María, Leonor, Ninfa, entre muchos otros.

Es decir, para la autora de «Una luz en mis caminos» , el recuerdo es un testimonio poblado de nombres y hechos. De amores, nostalgias, pérdidas,  genealogías de apellidos y  vidas que marcaron derroteros.

«palabra esencial en el tiempo«,

Así decía Antonio Machado que era la poesía. Es así entonces que podría decirse que el libro de Andrea Saldaña es poesía. Esto en términos de la palabra que emplea para contar  su vida. Lo hace  a través de un tiempo duro, de luchas, lleno de sinsabores y de enormes satisfacciones profesionales.

Es el libro de una activista de la salud, de una mujer sensible, preocupada por su país. De una viajera por el mundo que entendió que el dolor y la carencia es patrimonio de la humanidad. Es una escritora que entiende  que escribir, es un acto de liberación y de purificación. De saldar cuentas no con el destino, más bien con el tiempo que le tocó vivir.

Pandemia COVID- 19.

Me parece un libro importante  puesto que también son las palabras de una mujer. Ella ha visto la transformación del sector salud de los últimos 60 años. Son muy oportunas estas líneas de su libro, en estos días aciagos de la Pandemia del COVID-19, cito: 

«Actualmente la bibliografía a favor y en contra de las vacunas es bastante profusa. Las estadísticas apoyan o atacan posturas a favor o en contra. Es ampliamente conocido que los virus contra los que protegen, tienen capacidad mutante. Entonces nos cuestionamos aunque nuestro país, es pionero en América Latina en avances y en altas coberturas de vacunación«.

Celebremos este libro.

Porque es un testimonio no solamente de una vida, sino de una mujer que ha buscado su lugar. A codazos, con lágrimas y satisfacciones – en este mundo que parece empeñado en borrar la memoria e instalar el olvido. A mi me parece, como una condicionante para el progreso…Xalapa, Veracruz, enero 2021.

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