El silencio, ese cabrón que espero cada noche
ante todo, ese tan mal parido, simbólico y ausente,
sale por chicuelinas en medio del capote
ante el rumor que todo lo enmudece.
Será que la sordina se oculta con cautela,
a la madre el sosiego, además, no acepto disimulos,
por más que la muleta se empeñe tercamente
con pases imprudentes, valerosos y estoicos,
Finalmente, me parece que sigue sin rendirse, terca, libre y osada, la luna
con su luz de cuerpo entero, ahí sale a mi encuentro,
ahí, junto al silencio, tanto como el amor que yo más
quiero, en la tarde de toros, de este final incierto, traicionero.
¿Quien soy?https://es.wikipedia.org/wiki/Andrea_Salda%C3%B1a