Andrea Saldaña Rivera 2o. Lugar Convocatoria Nacional «El Viejo y la mar»
Secretaría Marina y Armada de México. 2009.
Donde la mar es una con el cielo.
Donde la mar es una con el cielo. Como hubiera deseado poder llamarle de esa manera. Viejo. Mi querido viejo. Pero no fue posible. Murió joven, tal vez el tiempo le hubiera perdonado, pero la muerte no lo esperó. Me gusta la mar, así, en femenino, como la llaman los poetas y la gente de mar. Habría usado todas las palabras, “El viejo y la mar”. Contaría como fueron mis viajes para saludarlo. Como terminaban las acostumbradas visitas a la playa, cercana a su lugar de trabajo. Estas empezaron desde que era yo muy chica.
Desde entonces, me gustaba caminar por la playa recogiendo caracoles, conchitas y estrellas de mar. Tenía la suerte de encontrarlas íntegras y vacías. Me maravillaban los colores, formas y tamaños. Las encontraba en café, rosa, crema. Unas eran claras, otras lisas o veteadas. La arena era la materia prima para las rústicas edificaciones que mis manos empezaban. Nunca las terminaba. Parte de la diversión, consistía en dejar que las olas arrasaran con ellas. A veces también mi madre jugaba con las olas. Mi padre, permanecía sentado o de pie, vigilando mis pasos o tomando mi mano para guiarme.
Donde la mar es una con el cielo.
Siempre regresaba a casa con una buena dotación de conchas marinas. Algunas las entregué a mis amigas con la historia de mi viaje y experiencias. En ocasiones formaba collares o las pintab. Las más grandes las acercaba al oído, me hacían la ilusión de reproducir el sonido de la mar. Cerraba los ojos y volvía a pensar ese mar azul, esa blanca espuma que de manera constante, interminable, bañaba mis pies. Entonces veía sus ojos, un poco cansados. Me hacía esos cariños, breves y fugaces, que me dejaban con ganas de regresar pronto para volver a recibirlos.
Mi fascinación por tales ejemplares, las conchas marinas, seguramente influyó hasta en mi gusto por la pintura. En el cuadro de Boticcelli “El nacimiento de Venus” la belleza de las conchas fue lo primero que me llamó la atención. Después entendí el simbolismo de la fecundidad y la propuesta gráfica de que la vida, surgió del mar.
Donde la mar es una con el cielo.
No se como justificar mi fascinación por todo. Años después, escribí un poema sobre el Nacimiento de Venus. Me gustó fantasear en el rítmico vaivén que produce esa masa de agua salada. Recordar la caricia del líquido cuando envolvía mi cuerpo, evocando el ardor que se presenta en la piel. Las altas temperaturas de los rayos solares con el agua salada, construyeron en mi mente el espejismo de los pasos de Venus en la arena. Dejando atrás el mar, impávido, impotente, mientras la observa con nostalgia, reprimiendo una pasión no consumada.
Donde la mar es una con el cielo.
Muchas veces sueño con la mar. Será por que vivo en una región donde no existe. En mi inconsciente lo añoro, al igual que mis raíces. Será solo el reflejo de mis instintos, de mis emociones. Algunas veces veo las olas encrespadas. Otras, siento que la mar me acuna y me refresca en el día. A veces es de noche, siempre hay luna llena, obsequiándome su luz. Esto me permite un diálogo sereno, que trasmuta una tranquilidad y una agradable sensación al despertar.
He tenido muchas prerrogativas en mi existencia. Reflexioné sobre ello, a veces frente a la mar, de cerca o desde la distancia, de pie o sentada en una de las terrazas del Hotel Mocambo. En varias ocasiones he capturado con mi cámara el momento mágico del atardecer. También enfoqué el agua de la alberca que se prolonga en el infinito… con la mar, semejando un incendio de colores marinos. Será por ello el título Donde la mar es una con el cielo.
Donde la mar es una con el cielo.
En Boca del Río, comer pescado frito frente a la calma azul es otra sensación a la que me he aficionado. Alguna vez visité la isla del amor, el oleaje era fuerte, tal vez tanto como la pasión que en ese entonces me envolvía. En Veracruz conocí de cerca, por vez primera, la vida de la profundidad de la mar, en el acuario. Ahí me prometí a mi misma sumar mis esfuerzos al compromiso por la defensa del medio ambiente, por la vida de sus criaturas.
En cada una de las Bahías de Huatulco la mar es tan diferente, el azul es inconstante, pero su claridad, su transparencia, es similar en todas ellas. Curiosamente la temperatura es de lo más agradable, las montañas, valles y laderas le dan un matiz especial al paisaje circundante. Viajar acompañada de mi hijo, poco antes de su matrimonio, le dio un significado diferente, hablamos mucho y brindamos por esa «despedida de soltero«. Muy distinta de la que tradicionalmente organizan los amigos.
He visitado otras playas en el país, las de Condesa, Guitarrón, Icacos, Hornos, Puerto Marqués o Pié de la Cuesta, en Acapulco, por supuesto. En esta última el atardecer es algo casi místico, imposible para mi describirlo con palabras, apenas el título es un acercamiento: Donde la mar es una con el cielo.
Donde la mar es una con el cielo.
La sensualidad del caribe se reconoce en la arena tan blanca, tan fina, en las aguas tan azules y transparentes. Puede ser Playa del Carmen, Isla Mujeres, Cozumel o Cancún, ¿importa el lugar? Por supuesto¡ solo para tener presente el destino y el presupuesto para las próximas vacaciones. No recorrer esos lugares y atractivos es un desafío que me cuesta enfrentar, solo las limitaciones financieras me vuelven a la realidad para planear esos viajes de manera más espaciada.
Me queda más cerca Manzanillo, Puerto Vallarta, San Blas, Barra de Navidad, Mazatlán. El tiempo y los recursos no serán suficientes para conocer otras playas, hay tantas. No hay una sola en la que al conocerla no encuentre similitudes y diferencias que las hacen interesantes, únicas.
Donde la mar es una con el cielo.
El sabor de la ausencia y la añoranza aparecen aún antes de partir. He dejado en cada una recuerdos, vivencias, amores, esos que guardo solo en la memoria, al igual que la mar guarda sus tesoros en las profundidades.
Pero regreso cada año a esa playa de mi infancia, la de Madero, cerca de Tampico, Tamps. a llevar flores y una oración a la tumba de mi padre. Luego voy a comer jaibas rellenas y camarones al que era nuestro restaurante preferido. Casi percibo su presencia en esa silla, junto a mi, frente a las olas y su espuma. Permanezco por varias horas, mis pupilas se van al horizonte, donde la mar es una con el cielo. Ahí su amor y el mío encuentran un instante del pasado, un gran silencio y una búsqueda constante de su significado.