Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

Por Andrea Saldaña Rivera
Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre. Uso estas palabras para recordar al Padre Pablo Ortega, sus lecciones, sus obras y sus bendiciones.

Muchas mujeres tuvimos la cercanía de la madre al momento de parir. Fuimos afortunadas. Mi esposo y yo decidimos que nuestra primera hija recibiría el nombre de su abuela. Siendo el catolicismo nuestra religión, ante todo, era obligado  el sacramento del bautismo. Encuentro lógica esta decisión que puede confirmarse o no, al llegar a la mayoría de edad. Así que, de acuerdo a la tradición,  buscamos al sacerdote de la Parroquia de la Santa Cruz, la más cercana a la casa de mi madre.

Entonces conocí al Padre Pablo Ortega. De inmediato supe que era de las personas que «Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre«.Habíamos escuchado sobre su impulso a la construcción de la Parroquia. También, sus gestiones para evitar la apertura de cantinas en la zona. A mi me causó asombro y admiración. Sin embargo, fue blanco de intrigas, chismes y calumnias, lo cual me indignó. Imagino que su fe lo sostuvo, padeció tantas ingratitudes.

Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

Años después, encontré en sus sermones, la misma intolerancia de la religión hacia la planificación familiar. Eran los inicios de esta política y servicios en el país. Como cualquier ser humano, quizá soy severa en la crítica y parca en el elogio.Espero algún día hacer lo contrario. Dada mi formación en el ámbito de la salud tanto como en el género y los derechos humanos, me parecieron torpes y fuera de contexto las palabras del sacerdote. Hubo ocasiones especialmente relevantes, en que advertía  a las mujeres a no acercarse a recibir la comunión, si usaban estos métodos. Preferí alejarme para no ofender con mis pensamientos tales acciones.

Llegué a vivir a media cuadra de la Iglesia de la Santa Cruz. Abrimos el Gabinete de Enfermeras, una Asociación Civil. La oficina y consultorio fue habilitada en mi hogar. Hasta allá llevamos al sacerdote para «la bendición«. El Padre Ortega estuvo interesado en los servicios que ofrecía. Uno de ellos, la planificación familiar. Debido a ello pensé que tendríamos problemas. Me pidió que fuera al día siguiente a su parroquia para hablar conmigo. Lo cierto es que no me esperaba sus palabras.

Lo más notable de nuestra entrevista, fue que me pidió sumarme al grupo de profesionales que impartían pláticas a las parejas próximas a contraer matrimonio. Por años, las integrantes del Gabinete de Enfermeras fuimos sus colaboradoras. Lo más notable es que teníamos su anuencia para impartir el tema «Sexualidad y planificación familiar» en los cursos pre-nupciales. Como resultado de nuestra interrelación, fue nuestro confidente y benefactor. Conoció nuestros proyectos educativos con adolescentes. Estos fueron en varias Escuelas, el Consejo Tutelar y en la comunidad de Los López. Nos apoyó invitando a sus feligreses a donar juguetes, alimentos y medicinas que llevamos a la comunidad en fechas especiales.

Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

Entre otras acciones, aceptó oficiar una misa por las personas con Sida o VIH los días 1 de diciembre. Fueron años en que las dificultades y discriminación se presentaban en todos los ámbitos. Se veía honestamente preocupado. Deseaba  aprender la mejor forma de acercarse y dar apoyo. Quería usar un lenguaje apropiado, incluyente y no sexista. Algunas veces nos reímos juntos, errores involuntarios  le habían llevado a situaciones que podían mal interpretarse. Probablemente la serenidad en sus acciones y su actitud amable salvaron el momento. Coincidir, ¿sería otra de las Diosidencias que tuve en la vida?

Durante una misa, compartió sus recuerdos, expresó su gratitud y mandó sus bendiciones para el personal de salud. Estuvo hospitalizado en varias ocasiones.  El Obispo lo cambió a la Iglesia de la Compañía.

Finalmente, desde allá partió al encuentro con su fe. Parece que nunca hubiera dejado su Iglesia, la de la Santa Cruz, del Fraccionamiento Industrial Aviación, en San Luís Potosí, S. L. P. en México. La Iglesia nos lo recuerda. Para mi, su partida nunca se dio. Fue de esas personas que …»Aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre«.

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